Es, por si alguien tuviera dudas, una interpretación cristiana de la alegoría de la caverna de Platón, con variantes iconográficas muy pensadas: los que están atentos a las sombras de la pared no están sujetos con cadenas, el muro es rígido (no el trampantojo del que hablaba Platón) y las imágenes son de los vicios y virtudes (no de las figuras de hombres y animales que decía Platón).
Y esto es lo que pone el poema de abajo:
Maxima pars hominum, c[a]ecis immersa tenebris,
volvitur assidue et studio l[a]etatur inani:
adspice ut obiectis obtutus inh[a]ereat umbris,
ut VERI simulacra omnes mirentur amentque,
et stolidi vanâ ludantur imagine rerum.
Quam pauci meliore luto, qui in lumine puro,
secreti â stolidâ turbâ, ludibria cernunt:
rerum umbras rectaque expendunt omnia lance;
hi, positâ erroris nebulâ, dignoscere possunt
vera bona, atque alios c[a]ecâ sub nocte latentes
extrahere in claram lucem conantur. At illis
nullus amor lucis, tanta est rationis egestas.
La mayor parte de los hombres, inmersa en ciegas tinieblas,
rueda sin parar y se alegra de un vano afán:
mira con qué atención se apega a las sombras que se proyectan,
cómo todos admiran y aman las imágenes de LA VERDAD,
y -necios- juegan con una vana imagen de las cosas.
Qué pocos los que de mejor barro, los que en la luz pura
separados de la estúpida turba, columbran lo ridículo;
las sombras de las cosas y todo lo recto lo sopesan en el platillo.
Esos, puesta la niebla del error, distinguir pueden
los verdaderos bienes, y a otros escondidos bajo la noche ciega
sacarlos a la clara luz intentan. Pero aquellos
ningún amor a la luz tienen; tan grande es la impotencia de la razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario