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2. Se gastó todo para comprarnos.
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3. De una relectura de El triunfo de Cristo en la humildad, una homilía de san Josemaría: el anonadamiento de Cristo en Belén como camino: entregarse a Dios -con libertad- por la obediencia a su voluntad (y por ahí se encuentra la alegría -y hasta el buen humor).
Pero cuesta: «Siempre intentamos ser reyes, aunque sea del reino de nuestra miseria».
Es a veces corriente, incluso entre almas buenas, provocarse conflictos personales, que llegan a producir serias preocupaciones, pero que carecen de base objetiva alguna. Su origen radica en la falta de propio conocimiento, que conduce a la soberbia: el desear convertirse en el centro de la atención y de la estimación de todos, la inclinación a no quedar mal, el no resignarse a hacer el bien y desaparecer, el afán de seguridad personal. Y así muchas almas que podrían gozar de una paz maravillosa, que podrían gustar de un júbilo inmenso, por orgullo y presunción se trasforman en desgraciadas e infecundas.
Cuando sentimos el orgullo que barbota dentro de nosotros, la soberbia que nos hace pensar que somos superhombres, es el momento de decir que no, de decir que nuestro único triunfo ha de ser el de la humildad. Así nos identificaremos con Cristo en la Cruz, no molestos o inquietos o con mala gracia, sino alegres: porque esa alegría, en el olvido de sí mismo, es la mejor prueba de amor.
¡me gusta mucho este texto, leído en Wien! En ambiente diverso al ordinario parece nuevo. Màrius
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