El domingo, cuando empezaron a lanzar cohetes en honor de san Caralampio allí abajo, en Pelamios, frente a mi ventana, me di cuenta de que no iba a conseguir nada acordándome de toda la familia de los que los tiran, como venía haciendo en los últimos años (de mayo a octubre, casi todos los días hay algún tirafojetes de guardia por Santiago -la suma de aldeas que somos- aunque -en otro orden de cosas- no esté la cosa para eso).
Esta fue la revelación: me traía más cuenta ser proactivo, propositivo y además contemplativo.
Y me puse a seguir el hilo del pom, pom, pom de cohetes subiendo en fila de uno, que dejaban una nubecita de humo, con forma de madeja de algodón de azúcar unas veces y otras de pequeña bomba atómica.
Se quedaban paradas un segundo; el viento las movía al poco y se deshilachaban en el aire alto, aunque aguantaban un poco y el horizonte se llenaba de nubes vagas.
Y como no sabía si sabría contarlo bien aquí, hice unas fotos:
Cuesta un poco distinguir las nubes-nubes de las nubes cohéticas (estas son más blancas).
Y luego hice un video, que inmortalizase el ruido de las explosiones y el movimiento:
Pues tiene mucha más gracia ir en helicóptero esquivando las fiestas patronales de cada freguesía y oír al piloto decir que los "foguetes" están prohibidos por lo de los incendios.
ResponderEliminarSan Caralampio, obispo de Magnesia... ya tengo nuevo santo preferido. Además en enlace dice que su fiesta es el ¡10 de febrero! ¿¿Qué hacen los pelamitas tirando cohetes ahora??
ResponderEliminarPor lo demás, odio los cohetes. Desde pequeño sentía una pena inmensa al ver la cara del perro aterrorizado, y las palomas volando en desbandada de un lado a otro...
Pues han sido los cohetes más aprovechados que vi (no por los que los pagaron, por supuesto).
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