miércoles, 27 de abril de 2011

Mamet sobre arte contemporáneo

En las Conversaciones con David Mamet  me apunté lo que dice sobre el performance art en comparación con el teatro. Creo que explica muy bien lo que tiene de positivo en cuanto a impulso y lo que tiene de frustrado e inválido, en concreto casi todo, por pura pereza, parece [negritas mías]:
La acción de una obra [de teatro] representa el avance de un personaje hacia un objetivo en el escenario, porque esa es la convención del teatro: tender la mano y tirar de la anilla para descubrir una verdad, para lo cual normalmente es necesario hablar mucho. Siempre he creído que la técnica mixta y el performance art eran básicamente basura, algo muy decadente y una señal de una profunda agitación, en realidad es una señal de una grave enfermedad cultural: el rechazo de una institución cultural renovadora [=el teatro] en favor de una novedad.
[Le pregunta por la utilidad que pudo tener aquello en los sesenta] ¿Qué recuerda usted de lo que ocurrió entonces? Nada. Tiene la misma utilidad que se puede hallar en que un tío entre en un McDonald's, saque una pistola y mate a un montón de gente. Obviamente, eso tiene algún significado, pero no es muy constructivo. [se ha producido un espejismo por los rasgos similares con el teatro] Es como criticar un mal borrador de una obra que tenía que haber ido a la papelera en lugar de al escenario.
No tienen [ni los happenings ni el performance art] la capacidad de conmover, mientras que la finalidad del teatro es trascender la mente consciente individual, poner al espectador en comunión con sus congéneres en el escenario y también con el público, para abordar problemas que no pueden abordarse con la razón. No es que los problemas sean absurdos, que es lo que diría un artista de performances, sino, más bien, que están tan arraigados en el subconsciente que hay que tratarlos simbólicamente.
(...) Hay cierta necesidad cultural aprendida, convertida en costumbre, quizá incluso genética, de rituales de la cultura en la que existimos y que es nuestra cultura. Uno puede intentar huir de ella por medio del deseo de poder hacerlo, y eso es una especie de satisfacción de un deseo fascista: para poder disfrutar con semejante performance tienes que pasar por alto un montón de cosas (p. 90-91).

2 comentarios:

  1. Sólo una vez me ha conmovido el teatro, y ya he ido unas cuentas veces. Me cuesta creermelo, soy el típico espectador tontón.

    A veces en una performance veo menos truco.

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  2. El problema, yo creo, es que es muy difícil hacer buen teatro.
    A mí me parece que está en vías de extinción: pero eso no hace buenas a las performances.

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