lunes, 7 de febrero de 2011

Niños que andan balando

Me acabo de leer un libro de de título irresistible para mí*.
Es un libro de un grande, Luis Gil Fernández, maestro de helenistas y en concreto maestro de mi maestro.
De él yo recomiendo sobre todo su Panorama social del humanismo español [por 'humanismo entiende `humanismo grecolatino', claro, no que alguien diga algo 'modernillo'], donde se ve qué mal ha tratado España a los clasicistas [y así nos luce el pelo].
Pero en este libro que digo se centra en Campomanes, que fue "Primer ministro" a finales del XVIII e hizo lo que pudo por los estudios clásicos.
Por ejemplo intentó que hubiera cátedra de griego y hebreo en la Universidad de Santiago, pero no quisieron: prefirieron poner dos cátedras de física experimental y filosofía moral (mirad qué modernos: para que luego hablen del 'secular atraso de Galicia').
También hubo uno que quiso que le editara una Gramática Griega, pero no le salió su propósito, porque debía de ser malísima [dice, por ejemplo, que en su gramática el número de las declinaciones "está reducido a menos"].
Pero mirad -es a lo que voy- lo que decía para promocionarla:
[La primera finalidad de esa gramática es] salir al encuentro de los holgazanes y haraganes que necesitan muy poco para no encarrilar famas. La segunda, para socorrer a los niños, que andan balando por gramáticas griegas y no las encuentran.

*Campomanes. Un helenista en el poder, Madrid, F. U. E., 1976, p. 57. Ahora tenemos en el poder a una que estudió clásicas: una tal Sinde. Moraleja: que los helenistas no tengan (no tengamos) poder, por mucho que nos gusten eso títulos.

2 comentarios:

  1. No sabía que la Sinde hizo clásicas, pero de ahí a considerarla "helenista" hay un buen trecho.
    qué bonito balar por gramáticas griegas.
    Mi madre también decía "deja de balar" cuando nos poníamos pesadas con que queríamos algo. Parece que la veo diciendo "deja de balar por los "manchegos" esos...", cuando nos entró la perra de los zapatos "castellanos"; unos zapatos con borlitas, duros de morir, que había que llevar para entrar en el número de los existentes.

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  2. ¡Pobres niños que andan balando!

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