jueves, 13 de agosto de 2009

La mirada

En Praga acabé El Señor, de Guardini, grandísimo libro hecho a partir de homilías que predicó a lo largo de muchos años; puede ser, junto con la Introducción al cristianismo de Ratzinger, una buena obra para recomendar a gente -vamos a decir 'intelectual'- que quiera leer algo sobre Cristo y el cristianismo. (Cito por mi edición de Rialp 1958; lo han reeditado en Cristiandad)
Ya cité algunos textos suyos; me ha gustado mucho este sobre la mirada y el miedo:
Ver no es hacer de espejo que capta indiferentemente la imagen. Ver es una función vital que actúa en la vida y sobre ella. Ver significa hacer entrar las cosas en el fuero interno, someterse a su influencia y ser captado por ellas. El instinto de conservación vela sobre la mirada. El ver clara y distintamente las cosas peligrosas es un arma para poder luchar contra ellas. Otra arma es no querer verlas para que no impresionen. La mirada viene a ser una elección de la vida para protegerse a sí misma. Así sucede con el ojo corporal, pero más todavía con el espiritual, que nos da el conocer a los hombres, el enfrentarnos con verdades y exigencias. Conocer a un hombre significa aceptar su influencia. Por eso, cuando quiero alejarle de mí por miedo o antipatía, esta actitud mía se refleja en mi mirada. Le veo de otra manera, colocando su bondad en segundo término y subrayando sus defectos, haciendo hincapié en ciertas coincidencias y atribuyéndole ciertas intenciones, etc. No me cuesta ningún esfuerzo hacerlo porque mi proceder es instintivo, casi inconsciente, en cuyo caso tiene más vigor, puesto que la crítica sana no puede enderezar esta fuerza que todo lo desfigura. Ver es una acción que está al servicio de la voluntad de vivir. Cuanto más hondamente arraigados estén el temor y la antipatía en el corazón, tanto más se obstinará el ojo en no ver, hasta llegar a ser absolutamente incapaz de aprehender al otro. (...) Para que varíe este estado de cosas ha de cambiar la actitud del corazón. (...)
Cristo es el Hijo de Dios hecho hombre. (...) Está ante los hombres inundándoles de luz. Pero si el hombre 've' con mirada arraigada en lo terreno, su voluntad no busca a Cristo, sino su propia persona y el mundo. Sus ojos tienen fijada la mirada en estos dos objetos. Queda desfigurado en su pupila lo que viene de otra parte, y llega a ser equívoco, peligroso, feo y aun pueden no ser percibido. Sucede, a veces, que el hombre combate con vehemencia a Jesucristo en nombre de la razón, el orden y la justicia porque es realmente horrible la imagen que de Él se hace. Para poder rechazar la luz del mundo, su propia mirada la ha entenebrecido hasta convertirla en horror: está escandalizado.

En Google Books podéis echarle un vistazo al libro.

1 comentario: