Se me amontona todo lo que quiero escribir aquí: dejé el relato de Roma colgado, con todo lo que me queda por contar, y todavía tengo ganas de regodearme con el Dido y Eneas de antesdeayer.
Busco un cuentahilos (que no sé lo que es, de él habla Trapiello, es algo de tipografía, creo, pero me viene bien aquí) y junto la columnata de Bernini con la música de Purcell.
La columnata fue lo primero que vimos al día siguiente de llegar; entramos por un lateral (y con un puñal clavado en la espalda, de una cafetería donde nos soplaron 16 euros por dos cafes y tres minibollos) y nos pareció la plaza pequeña: problemas (o ventajas) de perspectiva.
Me gusta mucho el mármol travertino, con agujeritos; en cambio el de pescadería que había por tantas columnas del interior de san Pedro, poco.
Y antesdeayer una Dido así, ante ese retablo de la Asunción, uno de los colmos del barroco mundial. Me vienen retazos de música: Dido que canta Ah, Belinda, I am prest / with torment not to be confest (Belinda, me angustia / un tormento que no se puede confesar).
Belinda y la 'segunda mujer': Fear no danger to ensue / The hero Loves as well as you. Y luego qué alegría que lo repita el coro. Dan ganas de darle al replay continuamente, como en Thanks to these lovesome vales.
Y el papelón de Eneas; impresionaba verle frente a una Dido tan impresionante. Era una versión de concierto, pero te daba pena de los dos, de que se tuvieran que separar; a mí me daba más pena de Eneas; lo hizo muy bien pero es que Belinda dice de él: See, your Royal Guest appears / How Godlike is the form he bears. Y había que hacer una suspensión de juicio entonces, porque era un tío bien normal, de Santiago de toda la vida, no el rey troyano.
Y cada vez me gusta más la ópera, y el hecho de que no sea realista, ya estamos hasta las narices de realismo estanislavskiano [y tampoco necesitamos de bieitos]; que sea todo como las óperas: convencional, formalista, rebuscado y preparado, trabajoso: y que viva el barroco.
Y el segundo acto con las brujas (que resulta, en el subtexto, que son los papistas que quieren destruir Inglaterra: y aquí junto el hilo con san Pedro del Vaticano otra vez) es excelente: un aire de maldad que aligera el excesivo pastel de fresas de la primera parte y la tercera. Las que hacían de brujas lo hacían muy bien; y una movía las manos con cara de mala, metiendo miedo al respetable público que abarrotaba el recinto.
Ahí el coro en un momento se alternaba con una parte de ellos que se habían quedado detrás; se suponía que estaban maquinando en una cueva (¡esos papistas!) y los ecos de lo que cantaba el coro llegaban de la lejanía, inquietantes.
Y casi al final, el marino que cantó con tanta alegría, con gracia, con ligereza (ya ves qué elogios te hago. Y envidia de lo bien que os lo pasasteis ensayando). No sirve de mucho mi elogio de ignorante, pero intenta sincero.
Y el lamento de Dido.
Pero quién puede decir algo malo del barroco.
Un cuentahilos es esto. Es una lupa que coincide con un recuadro milimetrado que permite darle diversos usos: Contar los hilos que tiene un tejido por unidad de superficie, estudiar características tipográficas supongo que también... O contar ácaros en las alas de los pájaros, que es para lo que lo usa en el campo mi compañera de tesis :-)
ResponderEliminarPues un millón de gracias por los cumplidos! Si uno consigue que con su granito de arena el concierto sea agradable, pues nos sentimos más que satisfechos.
ResponderEliminarYa te avanzo que probablemente después del verano tengamos conciertos con obras del Archivo de la Catedral de Santiago, que son poco conocidas y prometen! Pero antes, toda la novena del Apóstol en la catedral y el oficio de Vísperas del 24 de Julio.
Un saludo!