sábado, 13 de enero de 2007

Paciencia y barajar

Ayer me acordé del viaje que hicimos estas Navidades desde Burgos al pueblo de mi madre, a un funeral.
El camino por la carretera de Soria: cielo azul, un día frío pero con un aire limpísimo. Castilla en todo su esplendor, horizontes abiertos, el campo como dormitando, esa inmensa belleza que me pierdo gran parte del año, encerrado entre las cuatro paredes de los montecillos de Galicia, verdes por lo demás. Pero cómo renunciar ahora a la vista diaria del monte Pedroso.
Se había muerto el Pollo -así le llamaba todo el mundo- y en el pueblecito todo el mundo estaba en el funeral.
En la penumbra (la luz se iba y venía, no es un recurso retórico) de la pequeña iglesita, su hijo mayor dijo unas palabras: recordó cómo su padre durante años iba de pueblo en pueblo con un juego de cartas. Yo recuerdo en mi pueblo esa suerte de sistema de apuestas sobre un cuadrado con seis cartas, con almendras garrapiñadas para ofrecer al respetable: los niños nos arremolinábamos y cogíamos algunas, hasta que nos echaban. Algo así había hecho él para sacar adelante a su numerosa familia, aparte de tener un bar, en el que mi padre jugaba partidas de subastao en verano. Por eso no resultó raro que su hijo pusiera una baraja sobre el féretro y dijera que su padre iba a jugar a las cartas en el cielo.
Me gustó el gesto, lleno de emoción. Sí: en el cielo jugaremos con Dios a las cartas.

5 comentarios:

  1. Antes de entrar en el Cielo te cachean para comprobar que no escondes ninguna carta en la manga. Doy fe.

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  2. ¿Y se podrá jugar a "la pocha?

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  3. Lamento desmentiros, pero en la eternidad perderá todo sentido jugar a las "siete y media" (juego en que o te pasas o no llegas).

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