El miércoles hablé de poetas cubanos del XIX y la tradición clásica ante un auditorio de 8 (#ocho#) personas: el organizador del curso, su mujer y otros conferenciantes; la más exótica, una anciana profesora de clásicas; luego, en otra intervención, oí cómo boicoteaba con papeles de caramelos y bolsas de plástico el desarrollo normal de las exposiciones. Tengo la teoría de que hay ancianas que van expresamente a abrir caramelos a las conferencias y conciertos, para evitar que haya un sonido nítido, al que no nos acostumbraríamos en nuestra ruidosa España: lo hacen por nuestro bien.
Por la tarde me fui a la zona de Moncloa, buscando la librería Visor; la encontré, pero no los libros que buscaba. En cambio, pasé por la calle Hilarión Eslava y de repente vi una placa: en aquella casa había vivido (y allí murió) Pérez Galdós. Me llevé un alegrón.
Pasé por la iglesia del Buen Suceso, en Princesa: como les parecía poco el Cristo del frontal, habían puesto una frase 'Convertíos, etc.' en una letra de esas que les ponen furiosos a los tipógrafos (y a mí, no era Comic Sans pero casi). Mucha gente, era miércoles de ceniza.
Estuve en la biblioteca de la Facultad de Historia de la Complutense: los bibliotecarios, bien. En dos patadas tuve en mis manos los libros que buscaba.
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