Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»27 Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.»28 Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.»29 Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» (Juan XX, 26-29)Interesante reseña de un nuevo libro del conocido clasicista Glenn W. Most: Doubting Thomas, sobre el apóstol Tomás y sus dudas respecto a la resurrección de Cristo (las primeras 32 páginas en pdf están aquí).
Se señala en la reseña (no he leído el libro) que la principal cuestión que estudia es si santo Tomás realmente tocó las llagas de Jesús cuando este le invitó a hacerlo, o se conformó con aceptar el hecho de la resurrección de Cristo sin más, cuando se lo dijo Jesús.
Es interesante ver que los gnósticos decían que no tocó, mientras que los textos ortodoxos decían que sí, algo que se repite a partir de la Reforma: los protestantes tienden a decir que no y los católicos que sí. Caravaggio se alinea, pues, en el bando católico.
Es un hecho sintomático, sin duda. Y una reivindicación del sentido del tacto.
Gugleando 'Tomás incrédulo" me encuentro con este texto de Juan Pablo II el Grande:
Tomás no estaba con ellos cuando vino Cristo por vez primera al Cenáculo. De ahí su reserva. Su "incredulidad". Pidió una prueba. La misma prueba que ya habían tenido los otros. No le bastaban sus palabras e informaciones. Quería convencerse personalmente. Quería ver con los propios ojos. Quería tocar. Y obtuvo lo que pidió. Su "incredulidad" vino a ser en cierto sentido una prueba suplementaria.
Sobre este hecho se ha llamado la atención más de una vez. Precisamente porque se oponía a la noticia de la resurrección, ha contribuido indirectamente a hacer que la noticia adquiriese todavía mayor certeza. Tomás "incrédulo" se hace, en cierto modo, portavoz singular de la certeza de la resurrección. Como afirma San Gregorio Magno, "la incredulidad de Tomás nos ha sido mucho más útil respecto a la fe, que la fe de los otros discípulos. En efecto, mientras Tomás es llevado de nuevo a la fe mediante el tacto, nuestra mente se consolida en la fe con la superación de toda duda. Así el discípulo que dudó y tocó, se convierte en testigo de la realidad de la resurrección" (XL Homiliarum in Evangelia, lib. II, Homil. 26, 7; PL 76, 1201).
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