Al principio no, pero luego acababa resultando llamativa la abundancia de carteles con órdenes, prohibiciones, consejos y advertencias:
¡Prohibido arrancar flores!
¡No tirar nada dentro!
¡Prohibido pisar!
Prado para tumbarse. El césped, por favor, solamente pisarlo aquí.
Puertas [del invernadero]
aseguradas con alarma:
Meterse en el estanque prohibido en verano e invierno:
El pan es perjudicial para animales y aguas [...]
¡Prohibido dar de comer!
¡Por favor, atiendan al reglamento del Jardín! [lo ponían debajo]:
Dejar, por favor, los baños limpios
¡Prohibido arrancar ajo silvestre por peligro de envenenamiento!
Esto estaba a la entrada. Es bastante común un aviso similar en muchos sitios de Austria:
¡Aviso! No es un camino público. Los caminos en el Jardín Botánico no se limpian ni se les quita ni nieve ni hielo. Entrar queda a la responsabilidad de cada uno. - La dirección de la Universidad:
Lo triste es que en esas prohibiciones nos fijamos solamente los que las solemos respetar sin necesidad de que nos digan nada, y nos sentimos como si nos interpelaran precisamente a nosotros. Los que no suelen respetarlas, esos ni las miran, y si las miran da igual porque las ven como si no fueran con ellos. Puestos a elegir, no sé que prefiero, si estar en un sitio limpio pero donde me siento observado como un presunto delincuente, o en un basurero donde puedo campar a mis anchas. Quizá lo primero pero por poco.
ResponderEliminarSí, así es. Preferiría no ver los carteles, pero me fijo en todos, debe de ser una deformación.
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