De pequeños, exigíamos una justicia absoluta en el reparto del flan entre los cuatro hermanos, aunque al final era yo quien me comía prácticamente todo. Cuando Marga decía que no quería la parte de abajo ('tiene pieles'), me la pasaba, y lo mismo Eva y María Jesús, que sólo comían un poco. Pero una cosa es dejar lo tuyo y otra que te lo quiten antes de dártelo.
Yo arrastraba la fama de engullidor de flanes con paciencia. "Que le pongan una bañera de flan" se convirtió, gracias a mi tío, en una broma familiar para los postres, que yo soportaba con paciencia, incapaz de plantarme y desmentir con los hechos mi amor al flan que hacía mi madre.
Me he acordado de esto por esta frase del gran, del único, del inmarcesible Chesterton*:
Esa exigencia de igualdad absoluta de los niños yo la he visto a veces (influencia de san Agustín, quizá) como una huella del pecado original en la inocencia infantil, aunque ahora me inclino también a entender en ella una muestra de la exigencia de justicia que los adultos no nos atrevemos a pedir, pensando en esa frase de "la medida que uséis se usará con vosotros" (Lc. 6, 38).Los niños son inocentes y aman la justicia, mientras que la mayor parte de nosotros somos malvados y, naturalmente, preferimos la piedad.
*G. K. C. Chesterton, "Los dioses familiares y los duendes", en Correr tras el propio sombrero (y otros ensayos), Barcelona, Acantilado, 2005, p. 532
Mi mujer es maestra, lo digo por lo de "exigencia de igualdad absoluta de los niños". Por otra parte, ¿no has pensado alguna vez en reunir lo que has escrito sobre estos temas, o ese tiempo, en un libro, aunque sea modesto? Cuesta mucho convencer a personas que tienen algo que contar y saben cómo hacerlo de que lo hagan de manera ordenada y coherente. Jesús Miramón es otro ejemplo, aunque tiene sus blogs ordenados y puedes conseguirlos en su Web. Pero preferiría un libro, un modesto libro de relatos autobiográficos que suelen ser universales.
ResponderEliminarUn abrazo.