Al día siguiente por la tarde fui al Museo Reina Sofía, porque acababan de instalar un vídeo de Bill Viola en la exposición de fondos recientes de la Colección. Pasé indiferente ante Darío Urzay, Jaume Plensa, Miquel Barceló, Tàpies et alii. Entrada gratis por ser profesor; luego vi que ponía en ella 'profesor de arte', y me hizo mucha ilusión ser eso al menos en una entrada de museo.
La instalación de Bill Viola está en una sala a oscuras y consiste en un panel que gira en el centro sobre un eje; por un lado es un espejo y por otro una pantalla. En los extremos de la sala hay dos proyectores: las imágenes se proyectan en la pared, pero cuando el panel está en el centro se reflejan en él, y cuando lo que está de cara es el espejo la imagen se refleja en la pared de enfrente. Una voz repite: "The one who finds, the one who cries, the one who dies, the one who meets", y así un montón de tiempo con un montón de verbos. Las imágenes eran confusas: una cara (quizá la del propio Bill Viola) y escenas con fuego. El resultado era bastante hipnótico, aunque algo confuso. Un poco decepcionante, a falta de más datos.
Pasé por la cuesta de Moyano, a ver libros. ¡Y premio! Me encontré Casa propia, el libro de García-Máiquez que estoy leyendo en un ejemplar de la biblioteca de la Universidad. Ahora se me plantea el dilema moral de quedármelo o regalárselo a unos amigos que se casan dentro de unos días. ¿Vencerá mi egoísmo o se lo daré?
En el metro, observando a los que están sentados enfrente. Una imagen: un padre algo mayor, con ropa verde oscura y negra, junto a su hija bastante pequeña, de rosa y rojo. Si fuera fotógrafo esta escena me habría hecho famoso: era una variante de El viejo y la niña, con colores como los de una película de Zhimou. Pero lo que lo hacía única la escena era la ternura del padre y la confianza de la niña.
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