domingo, 19 de febrero de 2006

Enrique García-Máiquez

El lector es un fingidor


Cuento mi vida pero lees la tuya.
Nombro un paisaje de mi infancia y tú visitas
-tramposo- aquel camino de arena hacia la playa
por donde corre un niño feliz, que no soy yo.

Actúas siempre así, lo sé por experiencia.
¿Qué importa que yo tenga un nombre propio?
Tú lo expropias. Si hablo de mi pueblo,
es tu ciudad. Se transfigura en álamo
el pino de mi casa. Mis amigos
son mis desconocidos de repente.
Y hasta mi amada es ya tu amada.

Yo cuento sílabas, tú cantas, silbas
poniendo música a mis letras, musicando
al ritmo que te gusta.
De todo cuanto digo escuchas sólo
lo que a ti te interesa, quizá lo que no dije,
sin que haya forma así de no entendernos.

Te entiendes y me entiendo, porque al pasar la página
vuelves mis versos del revés, reversos
tuyos. Debí de sospechar
de ti, que no te ocultas,
que robas a la luz amable de una lámpara.

Yo soy el que me oculto. Cuando escribo,
tú vives y eso es todo. Como te dijo Bécquer:
Poesía eres tú.
Y yo el poema.

Enrique García-Máiquez, Casa propia, Renacimiento, Sevilla, 2004 (se puede comprar aquí por seis euros). En parte se puede leer en Google Books.

4 comentarios:

  1. Y yo lo descubro gracias a ti...

    Gracias por seguir la ruleta de esta vida.

    Avi.

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  2. Maravilloso poema, que entronca con la mejor Poesía con mayúscula... Me ha emocionado, las dos veces que la he leído. La poesía, la mejor literatura, nos hace volar a otros cielos, a otros mundos, visitar parajes antes no vistos... El autor pierde, en cierto sentido, la propiedad sobre su obra, se da a sí mismo: no hay vuelta atrás. Me recuerda esos versos de Pedro Salinas, en "La voz a ti debida": "Qué alegría, vivir
    sintiéndose vivido.
    Rendirse
    a la gran certidumbre, oscuramente,
    de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
    me está viviendo". Y más adelante, cuando dice, en el mismo poema:
    "Y cuando ella me hable
    de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
    recordaré
    estrellas que no vi, que ella miraba,
    y nieve que nevaba allá en su cielo.
    Con la extraña delicia de acordarse
    de haber tocado lo que no toqué
    sino con esas manos que no alcanzo
    a coger con las mías, tan distantes.
    Y todo enajenado podrá el cuerpo
    descansar quieto, muerto ya. Morirse
    en la alta confianza
    de que este vivir mío no era sólo
    mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
    otro ser por detrás de la no muerte".
    Os recomiendo la lectura del poema completo. Un abrazo, y gracias

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