Te has detenido a contemplar la urraca
que juega con el brillo
de un trozo viejo de papel de plata,
también tú sorprendido
por un juego de luces y misterio:
su torso, ¿brilla azul o brilla negro?
Tampoco tú sospechas
la luz que hay en tu gesto
pero que alguien descubre. Quien te observa.
Lo he guardado este tiempo y lo recupero ahora, casi un año después; ahora creo que puedo agradecerlo de verdad: muchas gracias, Enrique, es un gran regalo y un gran honor (otro más).
Comentario de los que ayudan a hacer un pedazo de poema con final mejor.
ResponderEliminarPrecioso. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarprecioso poema! JG-M
ResponderEliminarQué gran amigo y poeta hay que ser para escribir este pedazo de poema. El final es antología. Y además, te clava.
ResponderEliminarEs una pequeña maravilla y lo que dice Verónica es exacto: te clava. Los dos, Enrique y tú, tenéis una mirada especial, un don para hacernos sensible la belleza humilde, si puede decirse así, si no es una redudancia.
ResponderEliminarEmociona tres veces.
Muy emocionante. Enhorabuena. A los dos, claro.
ResponderEliminar