He visto por primera vez la procesión del Domingo de Ramos en Santiago.
Signo de los tiempos: se abría con dos personajes de Protección Civil, que transmitían mensajes por un sistema de micrófonos à la FBI. Quizá tuvieran miedo de que apareciera ZP por allí.
Banda de música con trompetas y tambores. Detalle nacional: gaitas en medio. Tocaban primero los tambores, luego los tambores y trompetas y luego los tambores y gaitas. Conclusión: las gaitas no pegan en las procesiones.
Luego, dos chicas y un chico vestidos/as con una especie de alba y casulla amarilla, con pinta de emigrantes.
Detrás, niños con palmas. Una niña negra. Los niños llevan ramas de olivo, algunos van con ramas de palma, pero ninguno lleva ramas de palma con rosquillas, como mis sobrinos en Burgos.
El paso, llevado con ruedas y mal cubierto con una tela púrpura desvaída. El Cristo sobre la borriquita muy pobre, un paso vulgar, como todos aquí. Nada que ver con Valladolid, ay; otro año sin ver los pasos de allí, ay. Ni siquiera los de Zamora.
Detras, los franciscanos. El de enmedio, con una hermosa capa pluvia antigua. Me sorprende, porque los franciscanos y los capuchinos amarán la naturaleza, como san Francisco, pero de arte religioso están peces (cf. iglesias de los franciscanos y de los capuchinos en Valladolid). Nada que ver con la basílica de Asís, otro sitio, ay, que no conozco.
Luego, el pueblo fiel.
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