lunes, 18 de noviembre de 2024

Leí Madame Bovary

Tenía el libro en la edición de Alianza, con traducción de Consuelo Bergés y un prólogo de Mario Vargas Llosa que en realidad era el primer capítulo de lo que sería su libro La orgía perpetua. Además, había al final una selección de cartas de Flaubert sobre el proceso de redacción de la novela.

Yo me salté lo de Vargas Llosa por temor a espoilers y leí las primeras treinta páginas de la novela, con gran gusto, vaticinándome un gran placer en lo que vendría después. Pero cuando apareció la tal Emma Bovary fue cuando se me fue desinflando el interés: el personaje es caracterizado por su egoísmo, centrado en el cumplimiento de sus deseos personales, en una espiral que va haciéndose cada vez más cerrada y acaba en un callejón sin salida. Los demás personajes son figuras planas, sin hondura, típos más que personas. Aquí la única hondura es la del deseo egoísta de Emma Bovary. Es más o menos interesante ver cómo era la vida en la Francia de mediados del XIX, pero en conjunto yo salí de la novela decepcionado.

Me leí luego las cartas, en las que Flaubert se queja continuamente de lo despacio que va mientras escribe la novela, corrigiendo sin cesar, revisando. Piensas: qué tío, qué en serio se lo toma. Yo estuve tentado de volver a empezar la novela, a ver si le veía las virtudes que no le había descubierto antes. No voy a decir que sea una novela mal hecha, ni muchísimo menos, pero no es la novela que esperaba que fuera. Quizá si la hubiese leído en francés, con el famoso mot juste, siguiendo la cadencia de las frases, no sé, notando todo lo más intraducible, quizá pensaría que era una grandísima creación literaria. Os tendréis que conformar con mi percepción de la traducción, que por otra parte era molesta, con términos quizá muy precisos (calicó, paletó son los que me vienen ahora a la memoria), pero que creaban una barrera. Hasta pensé si no sería un traductor hispanoamericano (usaba oblongo, que yo asocio sobre todo con los argentinos).

Luego leí el texto de Vargas Llosa, que me dejó perplejo: reivindica a Emma Bovary como modelo de liberalismo, y a fe que es verdad, pero eso para mí es el principal problema de la novela: su cosmovisión férreamente individualista. Lo que se cuenta es lo que sobreviene por querer cumplir deseos particulares sin preocuparse en absoluto de los demás: la Bovary a la hija la tiene abandonada y a su marido no lo valora en absoluto. Para Vargas Llosa, la culpa es del marido, de no dar para más (lo digo del modo más delicado que puedo). Dice también Vargas Llosa que en una época en que él estuvo cerca del suicidio esta novela le ayudó mucho, lo cual también me deja perplejo. Quizá mi problema sea sobre todo de sintonía con esta obra de Flaubert (y por extensión, con la de Vargas Llosa). Es que no es ni siquiera entretenida como lectura, es un arrastrarse en un estilo quizá primoroso, en torno a la nada: a mí, si algo me ha impresionado, es el nihilismo de la protagonista, muy moderno, y no lo digo como un elogio. La problemática moralidad de esta novela no está en detalles escabrosos, que no los tiene, sino en su buscada limitación de horizontes.

Me gustan muchísimo más novelas como algunas de Galdós de temática asimilable, por ejemplo La de Bringas (aunque el adulterio va más por el lado del tren de vida) o La regenta de Clarín, por no citar más que novelas españolas.


8 comentarios:

  1. No sabría dónde ponerla en una hipotética lista, pero yo tengo a 'Madame Bovary' como una de las novelas de las que más he disfrutado.

    Yo en general comparto la visión de que Emma Bovary es un personaje egoísta, amargado- y más o menos en general lo que se dice más arriba. A mí no me parece un personaje precisamente agradable- más bien todo lo contrario- y hay otros muchos en la novela- hace mucho que la leí, así que no me acuerdo muy bien.

    Yo no sé si Flaubert o muchos críticos de entonces y de ahora querían dar una visión positiva de la actitud de ella. Yo pienso que, si Flaubert lo intentó, no lo consiguió.

    Precisamente a mí me gusta esa novela porque, no sé si queriendo hacerlo o por error intentando lo contrario, muestra muy bien la hondura de esa vaciedad y ese nihilismo de la protagonista- y también de la sociedad en la que vive- que no lleva a ninguna parte. Es una de esas novelas de las que yo he salido diciendo 'si tengo alguna tentación de nihilismo esta novela es una buena vacuna'. Como digo a lo mejor es una paradoja: a veces intentando defender el nihilismo salen obras tan bien escritas, que lo explican tan bien y saben penetrar tan bien en ello que son más bien involuntarios defensas de lo contrario.

    Saludos.

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    1. Creo que estamos prácticamente en los mismos parámetros entonces: yo digo que no me gusta, pero sí que aprecio lo que dices y creo que, si ese es el objetivo, está muy logrado. No estaría de acuerdo Vargas Llosa, pero a mí no me importa mucho, la verdad, lo que piense sobre esto Vargas Llosa.

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  2. La leí hace muchísimos años, más de treinta, y recuerdo que la encontré admirablemente bien escrita aunque a la pobre Emma, dan ganas de abofetearla apenas asoma. Me gustó mucho la ambientación. Es una gran novela, aunque en la trilogía decimonónica de novelas de adúlteras, las otras dos son La Regenta y Ana Karenina, queda la Bobary en un tercer lugar y a mucha distancia de las otras dos, a las que colocaría, ex aequo, en primer lugar.

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    1. Sí, se puede decir que la ambientación es muy buena. Yo también la pondría en tercer lugar, detrás de las otras dos

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  3. Leí este libro hace bastantes años y me pareció una basura integral. Iba con expectativas porque Flaubert me gustaba bastante. Tengo que admitir que, como persona que ha sufrido una infidelidad, mi percepción está sesgada pero, independientemente de eso, creo que la obra no aporta nada.

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    1. Vaya, debe de ser tremendo leerla así, con esa experiencia.

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  4. La vida más triste de todas es la de Anita Ozores. Un trío de personajes masculinos, muy bien construidos, que condicionan toda su vida, y un cuarto - un poco más desdibujado y fantasmal-, que es la ausencia física y también emocional de su padre. Una lección sobre las consecuencias demoledoras de la falta de afecto, en la infancia y en la vida adulta. Hasta en el final, creo como humilde lectora, que Clarín supera a Tolstoi. Una novela que no me cansa nunca.

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