Laurus fue uno de los mejores libros que he leído en los últimos años. Cuando me enteré de que habían sacado otro libro de Evgueni Vodolazkin me ilusioné mucho, pero Historia de una isla me ha resultado una gran decepción. Quizá es que Laurus era demasiado bueno, un prodigio, una conjunción de elementos en principio poco previsibles para que resultara una novela grandiosa, y que le salió tan bien. En esta hay cosas interesantes, pero no cuaja, es un fracaso.
Intentaré explicar qué es lo que no me ha gustado de Historia de una isla: en principio me atraía que fuese una a modo de crónica histórica, más lograda en las épocas más antiguas, donde se le nota más a gusto al autor. El que vayan apareciendo a la vez los comentarios de los protagonistas resulta cansino y repetitivo la mayoría de las veces. Los elementos no realistas, que en Laurus contribuían a hacer la novela más honda, aquí son extemporáneos.
Quizá mi mayor problema con esta novela es que sea una sátira. Tengo poco aprecio por las alegorías y las sátiras, ahora me doy cuenta. La sátira acierta aquí por ejemplo en la descripción de los movimientos revolucionarios y su inanidad de partida, en la crítica a la banalidad del sistema de partidos, a la frivolidad de la opinión pública, a los mecanismos rastreros del poder. Todo eso está bien cuando lo lees pero la novela como novela no está lograda. No es la novela de un personaje, es la historia de una isla inventada que resulta grotesca en sus propósitos satíricos.
Bueno, no le va a salir todo a pedir de boca a Vodolazkin: una obra maestra ya nos la dio y yo le sigo estando muy agradecido.
Pues está claro, después de leer esta entrada, que no leeré Historia de una isla. Lazarus, aun pareciéndome un estupendo libro, me decepcionó un poco. Quizá lo cogí con demasiadas expectativas, o será que a mí ahora no me satisface nada. Sigo empantanado con la Septología de Fosse. Habrá que volver a releer a Galdós. Las novelas de Torquemada será apostar a caballo ganador.
ResponderEliminarMe has recordado la época en que leí todas las novelas contemporáneas de Galdós: qué buenos tiempos fueron.
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