He estado (re)leyendo las traducciones de autores sagrados de fray Luis de León, en la edición de Antonio Ramajo Caño (Poesía de fray Luis de León, Real Academia Española, Madrid, 2012).
En la introducción, fray Luis afirma que los cristianos deberían cantar solamente esas canciones. A mí me impresiona sobre todo la frase final:
Y pluguiese a Dios que reinase esta sola poesía en nuestros oídos, y que sólo este cantar nos fuese dulce, y que en las calles y en las plazas, de noche, no sonasen otros cantares, y que en éstos soltase la lengua el niño, y la doncella recogida se solazase con esto, y el oficial que trabaja aliviase su trabajo aquí. Mas ha llegado la perdición del nombre cristiano a tanta desvergüenza y soltura, que hacemos música de nuestros vicios, y, no contentos con lo secreto de ellos, cantamos con voces alegres nuestra confusión (321).
Pongo algunos versos que me han gustado. Por ejemplo estos del salmo 129, de uno de mis temas favoritos, el del vigía que espera la aurora:
No espera la mañana
la guarda de la noche desvelada,
ni así con tanta gana
desea la luz dorada,
cuanto mi alma ser de Ti acallada (337, 26-30).
Y esto del capítulo último de los Proverbios:
¡Ay, hijo mío!, ¡ay, dulce manojuelo
de mis entrañas!, ¡ay, mi deseado! (340, 4-5)
[en la nota habla de "ramillete de flores" para "manojuelo". Luego, en el verso 51 habla de que "Plantó fértil majuelo en los collados", Solamente lo pongo por la cercanía fónica y porque la palabra "majuelo" me recuerda a mi infancia, a Castrojeriz.
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