Como el blog estaba perdiendo vida, me fui a Madrid, para poder contarlo aquí.
Viaje en avión, sí, en avión, pero en clase turista como nuestro Magnífico Rector, unos bancos detrás, y no como Luis Tosar, que iba en primera, muy cansado de tantas manifestaciones a las que tiene que asistir el pobre. Saludó muy humilde a unas chicas que pasaban hacia atrás, él, tan coleguita.
En el vuelo era bonito ver la meseta nevada. Al llegar, nos dieron una vuelta alrededor de Madrid, a la espera del slot (sea eso lo que sea) para entrar en la pista. Por el sur, masas de olivos: Madrid es la capital de la Mancha, uno de los motivos que explican que sea una ciudad tan acogedora.
Estuve en el Departamento de Clásicas de la Complutense: las bibliotecarias no me defraudaron; eran del tipo te-tienes que-hacer-un carné (presentando también una foto y carta de recomendación de un profesor). Yo les explicaba que sólo quería consultar algunos libros, pero nada, eran unas Gorgonas, que convertirían en piedra al que se saliera de sus limitadas normas al servicio de los cuatro que se benefician de ellas. Conseguí entrar a la hispánica, gracias a un profesor amigo que se arrastró varios minutos por el suelo pidiéndoles clemencia. ¡Gracias, Paco!
Por fin pude ver libros que necesitaba, aunque cada cierto tiempo pasaba cerca la más joven, mirándome con cara de estreñida, porque estaba tocando sus libros.
Menos mal que has vuelto, ya pensaba que te había pasado algo malo.
ResponderEliminarConcha.