lunes, 20 de marzo de 2023

La memoria del vocabulario

En el repaso del ser humano que hace fray Luis de Granada en la Introducción al símbolo de la fe, hace grandes elogios de la memoria. Esto le va a gustar a Gregorio Luri, especialmente lo que pongo en negrita:
Mas volvamos a la memoria, la cual es un singular beneficio de Dios, y aun gran milagro de naturaleza. Y digo beneficio, porque ella es depositaria de las ciencias, pues solo aquello sabemos de que nos acordamos. Ella es ayudadora fiel de la prudencia; la cual, por la memoria de las cosas pasadas, entiende el paradero y suceso de las presentes y venideras. Ella es conservadora de las experiencias, las cuales sirven no menos para la ciencia que para la prudencia. Ella es madre de la elocuencia, y la que nos enseña a hablar, guardando dentro de sí los vocablos de las cosas con que explicamos nuestros conceptos y nos damos a entender (...) Ella misma nos habilita para todas las artes y todas las ciencias, guardando y reteniendo en sí las reglas y preceptos dellas; sin la cual el leer libros o cursar escuelas sería coger agua -como dicen- en un harnero [=criba] (...) Y sobre todo esto, sirve ella para hacer a los hombres agradecidos a Dios, trayéndoles a la memoria los beneficios recibidos para darle gracias por ellos, pues por todo se ve lo que debemos al criador por este singular beneficio (266).
Justo ahí entra en la didáctica de las lenguas clásicas:
acordarse los hombres de una historia, donde las cosas van encadenadas y tienen dependencia unas de otras, no es mucho, mas ver que un muchacho toma de coro [=de memoria] cien vocablos griegos o latinos, cuya significación no entiende y no tienen dependencia unos de otros, y que, repitiéndolos en la memoria siete o ocho veces, de tal manera se le asienten y permanezcan en ella que, si a mano viene, estén allí guardados hasta la vejez, y que todas las veces que los quisiere repetir salgan de aquel seno donde estaban y vuelva la memoria fielmente el depósito que le fue encomendado, ¿no es esto cosa de grande admiración? Pues ¿qué diré de los que saben las cuatro lenguas -latina, griega, hebraica y caldea- donde es necesario que el que las ha de entender y hablar tenga en la memoria tanta infinidad de vocablos como hay en todas estas lenguas, y que todos le sirvan las veces que quisiere hablar en ellas? (266)

viernes, 17 de marzo de 2023

Repaso del blog en marzo de 2019

En marzo de 2019 comenzaba el mes comentando el Cuento de invierno de Rohmer.

Disfrutaba con otro de los volúmenes de los Diarios de Andrés Trapiello, Diligencias. A propósito de ello, me acordaba de grandes novelas de Solzhenitsyn y señalaba lo exagerado que es el culto a Castelao.

Estamos en marzo: hace cuatro años me fijaba en lo mismo: los narcisos, los ciruelos florecidos, los camelios repletos de camelias.

A propósito de las Memorias de Koestler, meditaba en lo destructivo de la ideología comunista.

Buena parte del mes de marzo de 2019 lo ocuparon cuestiones sobre la razón victimológica, el escándalo que se armó al descubrir cómo estaba colando artículos estúpidos para ridiculizar a la élite de los estudios en ciencias humanas: los estudios quejicas (y aquí más, con entrevistas). Está también el escándalo de Evergreen College.

Contaba de una excursión a Orense, donde visité la Capilla del Cristo en la Catedral, el paroxismo del barroco mundial. También me detenía en contar sobre la Catedral.

jueves, 16 de marzo de 2023

Sobre Rohmer

Vi una película de Rohmer, Mi noche con Maud, en 2008. Luego he visto otras: es un director que me impresiona. Me detuve aquí en otra película suya, Cuento de invierno

Matthew Schmitz ha escrito dos artículos muy interesantes sobre él, uno, hace tiempo, Remembering Rohmer. Y más cercano en el tiempo: The Anti-Romantic.

Interviene también en esta discusión, que es de grandísimo nivel, del podcast de cine de Catholic Culture. Os lo recomiendo:

miércoles, 15 de marzo de 2023

Reflexiones a propósito de la liturgia etíope

Estos párrafos me impresionaron en la lectura de Gente remota de Evelyn Waugh. Son de una visita a un monasterio en Abisinia, en el que todo es oscuridad, con la celebración del canon de la Misa en en interior, sin que ellos puedan verlo:
Los sacerdotes y diáconos iban descalzos y llevaban turbantes y túnicas doradas y blancas, De vez en cuando emergían del santuario y una de las veces caminaron dando vueltas en procesión. El canto era monótono y más o menos continuo, acompañado de tambor y sistros. Para cualquier persona acostumbrada al rito occidental resultaba difícil pensar que se trataba de una ceremonia cristiana, ya que mantenía el secreto y el confuso carácter que yo hasta entonces había asociado con las sectas no cristianas de Oriente. 

Algunas veces se me había ocurrido que era extraño que el cristianismo occidental fuera la única de entre todas las religiones del mundo que expusiera sus misterios a cualquier observador, pero estaba tan acostumbrado a esta transparencia que nunca me había preguntado si era un rasgo esencial y natural del sistema cristiano. Lo cierto es que estamos tan saturados de este espíritu que mucha gente contempla el crecimiento de la Iglesia como un proceso de elaboración, incluso de confusión; ven la Iglesia del siglo primero como un pequeño grupo de gente piadosa que leía junta los Evangelios, rezando y amonestándose unos a otros con una simplicidad para la que las grandes ceremonias y la sutil Teología de años posteriores resultaría desconcertante e irreconocible. De pronto, en Debra Líbanos consideré las grandes basílicas y los altares abiertos como logros grandes y positivos, un triunfo de la luz sobre la oscuridad alcanzado voluntariamente, y la Teología se convirtió a mis ojos en la Ciencia de la simplificación, por la que ideas nebulosas y escurridizas se formalizan y se hacen inteligibles y exactas. Vi la Iglesia del siglo primero como algo oscuro y oculto, tan oscuro y oculto como la semilla que germina en el vientre materno; legionarios fuera de servicio que se deslizan furtivamente fuera de sus barracones, saludando a otros con señales y consignas a puerta cerrada en escondidas callejuelas de algún puerto del mar Mediterráneo, esclavos que se arrastran al anochecer desde el crepúsculo gris hasta las capillas de las catacumbas, llenas de humo e iluminadas por velas. Los sacerdotes ocultan su cargo tras su oficio de comerciantes, sólo los iniciados conocen sus identidades; eran criminales ante la ley de su país. Y el verdadero núcleo de la Verdad se encontraba en el interior de la gente, alimentado por las supersticiones, toscos vestigios del paganismo en que habían crecido; confusos y obscenos absurdos, filtrados a través de otros cultos esotéricos de Oriente Medio, mágico contagio de los bárbaros conquistados. Y empecé a ver cómo habían crecido estos oscuros santuarios, con la claridad de la razón occidental, hasta llegar a ser los grandes altares abiertos de la Europa católica, donde se celebra una Misa inundada de luz, a la vista de todos, mientras los turistas pueden parlotear con sus guías de viaje Baedeker en la mano, indiferentes al Misterio (88-89).

En wikipedia tienen una foto de Debre Libanos en 1934:

martes, 14 de marzo de 2023

Gente remota

Me gusta mucho el título de este libro de viajes de Evelyn Waugh, Gente remota, de los primeros que hizo: es gracioso y a la vez explica de qué va: de irse lo más lejos posible. Este libro está en la base de uno de sus libros de humor más conocidos, Black mischief, que aquí tradujeron (qué tiempos, cuando eso no importaba) como Merienda de negros.

La excusa para ir a Abisinia fue asistir a la coronación del Ras Tafari, del emperador de Abisinia, Haile Selassie, del que él no sabía nada, ni él ni sus amigos. Esto es lo que les había llegado del tema:

se decía que la Iglesia de Abisinia había canonizado a Poncio Pilato y ordenaba a sus Obispos escupiéndoles en la cabeza, que el heredero real al trono se encontraba escondido en las montañas, aprisionado por cadenas de oro puro; que la gente vivía a base de carne cruda e hidromiel (14).

El relato de las celebraciones en Abisinia tiene momentos muy graciosos y otros en los que se trasparenta el aburrimiento que pasó, especialmente cuatro días en medio de la nada, en Harar, esperando un tren. De allí cruzó el mar para estar dos semanas en Yemen, en concreto en Adén. Luego, volvió a África, estuvo en Kenia, Uganda y llegó al lago Tanganica y de ahí hasta Sudáfrica: es agobiante lo difícil que es todo en 1930 en medio de África. A la vez, en los sitios más remotos siempre hay un armenio, un chipriota, un griego. 

El conjunto del libro, por resumirlo en torno a lo que me parece su tema central, es la realidad del dominio y alcance del imperio británico y cómo se ejerce por el mundo. No directamente en Abisinia, que era un imperio independiente entonces, con cierta estructura británica al menos a nivel de cónsules, pero sí en el protectorado que tenían en Adén y por supuesto en Kenia y con un protectorado en Uganda.

De Abisinia lo que más me llamó la atención fue un viaje a un monasterio, un desastre de expedición y un desastre de monasterio. Pero ya mañana pongo aquí un texto sobre eso, extraordinario.

En conjunto me parece un libro muy irregular, tirando a flojo, demasiado centrado en cómo consiguió ir de un sitio a otro. Pero siempre es interesante leer a Waugh. Quizá sea mejor que leáis una reseña muy amplia y detallada que me he encontrado buscando la foto de portada.

lunes, 13 de marzo de 2023

La sombra de la lanza

Hemos empezado a traducir el fascinante episodio de Glauco y Diomedes en el canto VI de la Ilíada: están los dos ejércitos frente a frente; dos hombres salen de la masa de ellos, por el bando troyano Glauco y Diomedes por el griego, ese Diomedes que lleva desde el canto anterior matando troyanos sin parar. Así de chulo se dirige al único que se ha atrevido a enfrentarse a él:

¿Cuál eres tú, guerrero valentísimo, de los mortales hombres? Jamás te vi en las batallas, donde los varones adquieren gloria, pero al presente a todos los vences en audacia cuando te atreves a esperar mi fornida lanza. ¡Infelices de aquellos cuyos hijos se oponen a mi furor! (traducción de Segalá).
Primero lo elogia (valentísimo), luego le lanza la pulla de no haberlo visto nunca y luego le alaba su audacia de esperar mi fornida lanza. Más literalmente lo que dice es:
τὸ πρίν· ἀτὰρ μὲν νῦν γε πολὺ προβέβηκας
ἁπάντων σῷ θάρσει, ἐμὸν δολιχόσκιον ἔγχος ἔμεινας·
δυστήνων δέ τε παῖδες ἐμῷ μένει ἀντιόωσιν (6.125-7).
antes; pero ahora en concreto mucho destacas
sobre todos por tu audacia: a mi lanza de-larga-sombra resistes.
De desgraciados los hijos que a mi fuerza se enfrentan.
Una alumna relacionó lo de la larga sombra con los cipreses y yo me acordé a continuación de La sombra del ciprés es alargada de Delibes y de ahí me vino el principio del poema del ciprés de Silos de Gerardo Diego:
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Una lanza que es un ciprés que es una sombra, y que, como la de Diomedes, asusta, es acongojante. Todo junto ahí. Supongo que es una mera coincidencia.