lunes, 10 de enero de 2011

Añorando un iPad

Empecé Un bárbaro en el jardín con expectación, porque era del gran poeta Zbigniew Herbert.

Y sobre todo me interesaba el capítulo sobre Piero della Francesca, pero no me pareció ni bien ni mal, salvo algún destello.
Y es que en todo el libro -que es de arte- no hay ni una maldita foto: ya se ve que para la editorial Acantilado todos sus lectores son grandes expertos con una memoria visual envidiable.
Y no digo ya Piero della Francesca, es que va hablando ahí de todos los pintores de la escuela sienesa: yo sólo me sé a Simone Martini y de él sólo el cuadro de la Anunciación, así que los otros era como si los estuviera leyendo un ciego en braille, lo mismito.
Y así pasa con todo el libro, que a mí me ha dado además la impresión de que ha envejecido muy mal desde 1962: vamos, que ni como libro de arte ni como ensayo sobre arte.
Sólo me hizo gracia ver cómo habla del capuccino ("Un café excelente y aromático llamado capuccino despeja la mente y hace que los miembros no noten el cansancio", p. 87) y sobre todo la pizza ("A grandes rasgos, es una torta en la que se ponen tomates cortados, cebolla, filetes de anchoas, aceitunas negras" p. 91).
Supongo que en la Polonia de 1962 tendría su interés un libro así. Y que en aquel régimen gélido de frío y pobreza leer sobre Piero della Francesca sería algo grande, ya que no podían ver ni los cuadros ni fotos y no sabían lo que era la pizza.
Pero ya estamos en la época del iPad. Y no es malo ver imágenes de cuadros -sobre todo si estás leyendo sobre cuadros.
Varias veces me dio el reflejo condicionado de querer apretar el papel, a ver si había hipervinculos: iluso de mí.
Y luego se quejan de que no se compran libros.
Muy mal, señores de Acantilado, muy mal.

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