miércoles, 13 de marzo de 2019

«La cultura occidental es un constructo»

Ya hablé aquí de un artículo publicado en Quillette por una investigadora que fue expulsada del Congreso de Estudios Clásicos porque la acusaron de racista. El hecho es que lo que dijo fue:
Puede que usted haya conseguido su trabajo porque es negro, pero preferiría pensar que usted consiguió su trabajo por sus propios méritos
(“You may have got your job because you’re black, but I’d prefer to think you got your job because of merit”).
Quizá no sea algo muy elegante de decir, y ella misma piensa que podía haberlo dicho mejor formulándolo de otro modo, pero el hecho es que la acusan de racista por eso, cuando a quien se dirige es a un profesor de Princeton que planteaba lo siguiente:
En términos prácticos, esto significa que, en una economía de prestigio académico y gobernada por la escasez, los hombres blancos tendrán que rendir su posición privilegiada de de ver sus obras impresas y difundidas. Tendrán que ocupar el asiento de atrás para que la gente de color, mujeres e investigadores de género no conformistas se beneficien de los privilegios, carrera académica, etc, de ver sus obras publicadas.

 «In practical terms, this means that in an economy of academic prestige defined and governed by scarcity, white men will have to surrender the privilege they have of seeing their words printed and disseminated. They will have to take a back seat, so that people of colour, and women, and gender-non-conforming scholars of colour benefit from the privileges, career and otherwise, of seeing their words on the page.»

Esto tiene sentido cuando uno entiende el saber como un mercado de poder, en el que la moneda de cambio es el «prestigio», entendido como la consideración social, sin preocupación real por buscar la verdad de una investigación rigurosa, la diga Agamenón o su porquero. Como nada es verdad ni mentira, ni siquiera de colores variados según el cristal, lo único que hay que hacer es defender las políticas de identidad. Neomarxismo de manual.

Hubo mucho revuelo con el artículo, sobre todo en torno a Sarah Bond, la primera que intervino en la mesa redonda, que para callar a la que preguntaba le soltó esto:
¡Nosotros no somos la Civilización Occidental! («We are not Western Civilization!»)
Y luego, afirmó que la Civilización Occidental es un constructo. Todo se puede discutir y podríamos hablar sobre qué entendemos por Civilización Occidental, por Occidente e incluso sobre si Grecia y Roma de la Antigüedad tienen algo que ver o no con ella. Lo que me parece alucinante es que en toda esa polémica al final la Sociedad de Estudios Clásicos sacase un comunicado reafirmándose en lo siguiente, ya dicho en 2016:
Condenamos el uso de textos, ideales e imágenes del mundo griego y romano para promover el racismo o una visión del mundo clásico como la herencia única de una civilización occidental falsamente imaginada y concebida en sentido reductivista.
We condemn the use of the texts, ideals, and images of the Greek and Roman world to promote racism or a view of the Classical world as the unique inheritance of a falsely-imagined and narrowly-conceived western civilization.
Parece que primero intentaron conseguir que la profesora Sarah Bond reculara, pero como se les puso chula, prefirieron ir a favor de la corriente: como la que preguntó en la mesa redonda dijo las palabras «Civilización Occidental», eso sólo basta para condenarla, sin dejarle que diga qué entiende ella por eso y si tiene o no una visión reductivista cuando utiliza esos términos.
Ahora la polémica la han recogido Breitbart, The New Criterion y el propio Jordan Peterson: la discusión seguirá. Es un paso: se pone en tela de juicio lo que en 2016 aprovecharon para colar y que ahora utilizan para expulsar a alguien que no utiliza los términos como ellos quieren.

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