lunes, 11 de junio de 2018

Las ruinas de Troya

Ya en el siglo XIII se ponían melancólicos con las ruinas. Esto es lo que pasa cuando Alejandro llega a Troya en el Libro de Alexandre:
Desent'  vino a Troya,     la mal aventurada,
la que los sus parientes    hobieron asolada;
veyé fiera labor     toda desbaratada:
¡faziés maravillado     de cosa tan granada!

Maguer que yerma era     desfecha e quemada,
parecién los cimientos    por donde fuera poblada;
veyé que Don Homero     non mintiera en nada:
todo cuanto dixiera     fuera verdat probada (322-323).
Pongo la paráfrasis que hace en su edición Juan Casas:
A continuación llegó a la desventurada Troya, / la que sus antepasados habían asolado; / veía un arduo trabajo totalmente destruido: / ¡se maravillaba de algo tan grandioso!
Aunque estaba deshecha, yerma y quemada, / se advertían los cimientos por donde había sido habitada; / veía que el señor Homero no había mentido en nada: / todo cuanto había dicho era verdad comprobada.
A mí me pone melancólico el recuento de trabajos baldíos, de frustración, aunque  a la vez me alegra que le dé tanto la razón a Homero y lo trate de usted, como debería ser.

Y como no podía ser de otra manera, todo esto ya estaba en la propia antigüedad clásica: el lamento por Troya en los poetas latinos lo comenta Michael C. J. Putnam en este artículo en pdf. Recoge ahí esto de Lucano de que esos lugares de Troya son sombras ahora, pero cargadas de lo que han contado los poetas de ellos:
multum debentes vatibus umbras
sombras que deben mucho a los poetas (9,963).

No hay comentarios:

Publicar un comentario