lunes, 7 de septiembre de 2015

A Castrojeriz

El día que nos desviamos primero a san Juan de Baños a donde en realidad íbamos era a Castrojeriz, que quería enseñar mi pueblo a estos buenos amigos.
Me hizo mucha ilusión ir por la carretera desde Villaquirán de los Infantes. Me gustaba mucho de pequeño cuando volvíamos de casa de mis abuelos después de Navidades. En mi recuerdo hacía un frío colosal por aquellos páramos, pero siempre nos daba mucha alegría ver la silueta imponente del pueblo, alargado en la ladera.
Esta vez estaba igual de bonito el campo, especialmente cuando la carretera se retorcía bajando desde el páramo.
Fuimos primero a la Colegiata, que es casi un museo ahora. Un poco bajón todo. No tengo derecho a quejarme, porque es lo que está pasando por toda Castilla: iglesias enormes vacías en pueblos que cada vez tienen menos habitantes. Convertirlas en Museo, al menos en parte, al menos algunas horas, es un parche, o antes del fin o a la espera de que algo cambie y vuelva la fe (y la gente) por esos lugares. Quizá, se me ocurre ahora, cristianos sirios se podrían establecer allí y rezar en esas iglesias a su sabor, sin asesinos cerca, ante este retablo maravilloso, con la Anunciación de Mengs:



De allí fuimos a santo Domingo, la iglesia de nuestra infancia. La han convertido en un Centro de Interpretación. Yo voy a hacer aquí mismo una maldición gitana:
Que me muera si entro en otro Centro de Interpretación
La chica de la puerta nos dejó entrar porque le dije que era del pueblo y que no quería ver aquellos malditos cubos negros desperdigados por las naves, con vídeos y paneles «explicativos», que yo lo que quería era visitar la Iglesia, ver los retablos, estar en el lugar donde asistíamos a misa todo aquellos años, de niños.
Aquí está santa Catalina, ahora ya carcomida la rueda dentada que tanto me impresionaba entonces:



Y de allí seguimos a la iglesia de san Juan, la favorita de mi padre, la más monumental. Son muy bonitas sus bóvedas con nervaduras:



Es ahora la parroquia. La parte de atrás está medio «musealizada». Me volvió a fastidiar, pero no tengo derecho a quejarme, tampoco. Han puesto allí ahora los tapices, muy bien restaurados, esos que miraba yo durante las homilías, una colección de las Artes Liberales, flamenca, a partir de obras de Rubens (quizá por eso es uno de mis pintores favoritos). Aquí, la Música:



Y aquí, todas las Artes reunidas. También las orlas con guirnaldas son impresionantes.

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