jueves, 7 de febrero de 2013

Ayesta sobre auroras

Julián Ayesta, Cuentos, 154-5
Antes, cuando era niño, el mar era el mar, la noche era la noche, divertirse era divertirse. Ahora no. Ahora el mar es una manera de ver el mar, un momento de mar del que hay que tomar nota rápidamente, porque Rogelio, el protagonista de esa novela que medito, debe ver este mar cuando se encuentra la casa de ella ocupada por otro inquilino: pero el mar, todo el mar, el mar entero y grande, ¿dónde se ha ido? Claro que no es precisamente esto. Yo siento ahora más mar que de niño, es verdad. Pero entonces sólo sentía el mar, sin más ... ¡Oh, no acabo, no acabo de aclararlo! Es como si toda la belleza del mundo hubiera dejado de embellecer para mí porque me he convertido en técnico de bellezas. Yo sé mucho mejor que los demás cuántas cosas hermosas hay en la vida, pero no puedo gozarlas. Soy como un técnico de cine que sólo asistiese a sus propias películas, que no pudiese ver más que las suyas, porque fueran suyas todas. "Llegando a la aldea le sorprendió la aurora", decía en la última narración mía, y al escribirlo me llenaba de tristeza. A mí jamás me sorprendería la aurora. Todas las auroras serían ya para siempre una posibilidad literaria de aurora y antes de que la menor claridad apareciese en el cielo estaría yo en mi puesto de caza esperándolas.
Cf. Botas/ d'Ors.

2 comentarios:

  1. Qué texto más hermoso y qué gran verdad es que con los años se pierde la mirada sencilla del niño. ¡Cómo nos influye el ambiente, la educación!

    Yo disfruto cuando mis hijas se paran a coger una flor o una piedra porque son bonitas.

    Saludos

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  2. Me has tocado la fibra sensible con Julián Ayesta, para mí uno de los más grandes y a la vez secretos ,en su humildad, escritores españoles.

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